Abu Dhabi es, al mismo tiempo, una ciudad y una de las siete entidades políticas que forman la Unión de Emiratos Árabes (UEA). Sobre un territorio de apenas 67.340 kilómetros cuadrados viven 1,5 millones de habitantes que gozan –en promedio– de un ingreso per cápita de 153,682 dólares anuales, muy superior al de Estados Unidos. Esa distribución de la riqueza, sin embargo, es un espejismo más del desierto: la mayoría de los habitantes de Abu Dhabi son trabajadores inmigrantes –en su mayor volumen provenientes de India, Bangladés, y Pakistán– que sólo ganan un muy modesto salario.
La mayor parte de la riqueza que brota de los pozos petrolíferos se distribuye, en realidad, entre unas 280.000 personas, pues sólo el 20% de la población es de origen emiratí. El verdadero despegue de Abu Dhabi comenzó después de obtener la independencia de Gran Bretaña, en 1971. Convertida en capital de la UEA, la ciudad supo capitalizar su posición geográfica ideal –en la frontera entre dos mundos–, sus riquezas y las oportunidades que le ofreció la historia. El verdadero artífice de ese milagro fue el jeque Zayid bin Sultan Al Nahyan, que gobernó el país hasta su muerte en 2004. Más visionario y ambicioso que los otros monarcas de la región, el emir comprendió la fragilidad sobre la cual reposaba la economía del país: sus recursos petroleros, que en los años ’70 representaban la única fuente de divisas del país.
Aunque el emirato concentra más del 10% de las reservas petroleras del mundo y el 4% del gas, sabe que esa riqueza se agotará en menos de un siglo. Consciente de ese riesgo, decidió priorizar el desarrollo y diversificar la economía hasta convertirlo en el integrante más rico y más poblado de la UEA (70% de la riqueza y 40% de la población). Para llegar a esa situación de privilegio en la región, el emir Zayid bin Sultan Al Nahyan aprovechó –en forma visionaria– el enorme flujo de capitales que recibió el país después del primer shock petrolero de 1973. En lugar de construir palacios versallescos en medio de las dunas, comprar yates y mansiones en la Costa Azul o abrir cuentas numeradas en Suiza, el monarca decidió invertir los recursos en construir rutas, escuelas, hospitales, sentar las bases de una industria pesada, instalar centrales y redes eléctricas, lanzar proyectos de urbanismo y modernizar las instalaciones portuarias, sin olvidar la agricultura.
De esa forma logró prevenir los traumas de una transición demasiado rápida de la Edad Media al siglo XX, como ocurrió en Kuwait y en Arabia Saudita. Esa medida le evitó dilapidar el dinero en importación de alimentos, un fenómeno que continúa desangrando a los países de la región, como Qatar, Bahrein o el propio Kuwait. Las exportaciones de petróleo, de todos modos, aún representan dos tercios de la economía del emirato. Con una producción de 2,6 millones de barriles diarios (teniendo en cuenta las restricciones impuestas por la OPEP), los siete emiratos consumen apenas 100.000 barriles por día y exportan los 2,5 millones restantes. Esas exportaciones, al precio actual del barril de petróleo representan un ingreso de alrededor de 115.000 millones de dólares anuales, que son globalmente reinvertidos en los programas de desarrollo.
Jhalifa bin Zayed al Nahyan murió en mayo de 2002. Mohamed Bin Zayed, medio hermano del fallecido y heredero de Abu Dhabi ha tomado su lugar. Es un conciliador moderado muy atento a las grandes convulsiones que dejará, cuando se produzca, el final de la guerra en Ucrania. Cuida especialmente la relación con la Unión Europea. Y ha mostrado, además, tacto y sensibilidad para administrar las relaciones diplomáticas.
Se espera que la misión de su antecesor de convertir a Abu Dhabi en un oasis cultural que –además de modernizar las mentalidades de ese país– llegue a ser un excelente negocio turístico, sea sostenida por las políticas del nuevo mandatario. Hoy, la Isla Saadiyat ya es el mayor centro cultural de Oriente Medio y uno de los más importantes del mundo. Una franja de 2.700 hectáreas –ubicada a 500 metros de las costas de Abu Dhabi– alberga varios museos y un gran centro de espectáculos. Bibliotecas y una variedad de eventos culturales a través de todo el año completan una oferta cultural sin precedentes en esa región. Una de las joyas de la isla será el Museo Guggenheim Abu Dhabi, diseñado por el arquitecto Frank Gehry, el mismo que diseñó el de Bilbao. Con una superficie de mas de 40.000 metros cuadrados, será el más grande de todos los Guggenheim (Nueva York, Berlín, Bilbao, Las Vegas y Venecia) y tiene fecha prevista de estreno para 2026. Además de las salas de exposición, el Guggenheim albergará un teatro con capacidad para más de 300 personas, un centro de educación infantil y de investigación, una biblioteca y un laboratorio de conservación de vanguardia, todo con especial atención al arte contemporáneo de Oriente Medio.
La isla, unida a la ciudad por dos puentes y un túnel, tiene también un Museo Marítimo –destinado a mostrar la fragilidad del equilibrio ecológico acuático–, un Centro de Artes Vivas que comprende cinco teatros, una ópera y una gigantesca sala de espectáculos. Pero la joya de la corona es la “sucursal” del Museo del Louvre, que funciona en un edificio de 24.000 metros cuadrados diseñado por el arquitecto francés Jean Nouvel. En sus comienzos, el sistema acordado entre Francia y Abu Dhabi fue bastante original. Además de las 300 obras que prestaría el Louvre –hasta que el museo de Abu Dhabi tuviera su propia colección–, también recibiría en préstamo piezas procedentes de otros museos franceses (Orsay, Versalles y Quai Branly). El contrato dejaba claro que algunas joyas del Louvre –como la Gioconda o la Venus de Milo– no podrían salir del país por razones de fragilidad. El préstamo de cada obra debía ser objeto de una negociación específica para que “no exista obligación ni censura implícita”.
Para Francia, que también padece graves problemas para financiar el presupuesto de sus museos, ese convenio le aportó un oxígeno inesperado: 1.300 millones de dólares en 30 años, de los cuales 500 son para poder utilizar el nombre Louvre. La novedad reside en que la legitimidad científica, la experiencia y las colecciones que aportará el Louvre tendrán una duración limitada: el emir pretende que en un plazo de 30 años el “Louvre de las dunas” posea sus propias colecciones y pueda comenzar a funcionar en forma completamente autónoma. Al mismo tiempo, el Louvre organizará cuatro exposiciones especiales por año, que serán –probablemente– cuatro acontecimientos culturales para toda la región.
Aunque los avances en este Emirato han sido notables en los últimos años y demuestran cierta apertura e influencia occidental, cabe destacar que su evolución en materia de Derechos Humanos en general y de Derechos de la Mujer en particular ha sido por demás deficiente. El trato a inmigrantes temporales que llegan para trabajar es abusivo y exclavizante. La libertad de expresión sigue siendo casi inexistente y el sistema legal mantiene la vigencia de leyes arcaicas que oprimen y castigan severamente comportamientos que en occidente son legales y de uso habitual.
Abu Dhabi se encamina de forma inteligente a una evolución desde su desarrollo cultural. Es de esperar que el contacto más cercano y frecuente con Occidente estimule una voluntad de cambio para los que hoy son abusados, oprimidos y censurados.
SORBONNE UNIVERSITY ABU DHABI