Mucho se ha escrito estas últimas semanas acerca del terrible atentado que ha sufrido en París la publicación humorística Charlie Hebdo con el horrible saldo de 12 muertos. Pero quiero referirme a los recientes dichos del Papa Francisco sobre el atentado. Tal vez porque me encuentro un tanto perplejo. Durante su vuelo a Filipinas el pontífice mantuvo un breve dialogo con los periodistas acreditados. La libertad religiosa y de expresión, asuntos que se trataron durante su reciente estadía en Sri Lanka, fueron abordados por el Papa: “Creo que los dos son derechos humanos fundamentales, tanto la libertad religiosa como la libertad de expresión”. “Vayamos a (lo de) París, hablemos claro: Matar en nombre de Dios es una aberración”. En referencia a la libertad de expresión afirmó que es un derecho y una obligación, pero que, precisó, “tiene límites”. “la libertad de expresión no da derecho a insultar la fe de los demás”. “es verdad que no se puede reaccionar violentamente”; sin embargo, consideró “normal” que haya una respuesta ante las provocaciones. “Si Gasbarri (el papa aludió a uno de sus colaboradores sentados junto a él en el avión), gran amigo, dice una mala palabra de mi mamá, puede esperarse un puñetazo. ¡Es normal!”, aseguró.
El pontífice olvida algunos aspectos centrales del tema. Para empezar, su inapropiada analogía sobre el puñetazo supone una fuerza no letal en represalia por un insulto directo hecho que no puede ser comparado al asesinato de 12 personas. Además, esta situación, lejos de implicar un insulto directo, se enmarca en el ejercicio natural de un estilo de comunicación de un medio anclado en la sátira humorística para llevar un mensaje. Este estilo de humor, ha sido utilizado desde que se tenga memoria y han sido objeto de la sátira, políticos, militares, artistas, deportistas y toda celebridad que se precie de tal. El planteo del Papa resulta tan desubicado que hasta ignora que, en solidaridad con el semanario satírico atacado en París, una publicación católica nacida en 1956 difundió viñetas que ridiculizan al Papa. “Hicimos la elección de difundir alguna caricatura de Charlie Hebdo sobre los católicos”, explicó la revista Jesuita Etudes, en un editorial publicado junto a la leyenda “Je suis Charlie” sobre fondo negro. “Es una señal de fuerza ser capaz de reírse de algunas cosas de la institución a la cual pertenecemos. “El humorismo en la fe es un buen antídoto contra el fanatismo”, indicó. Uno de las gráficas publicadas por esta revista es un diseño de Charb, el director de Charlie Hebdo asesinado; el dibujo representaba al papa Francisco en viaje a Río de Janeiro en julio de 2013, mientras el Pontífice predica en traje de baño con lentejuelas de carnaval, diciéndose “dispuesto a todo por aumentar los clientes”.
En las caricaturas, Charlie Hebdo se burla del extremismo de todas las religiones, pero la que despertó la furia y la sed de venganza fueron unas viñetas sobre Mahoma y el islam, donde se representaba la brutalidad de sectores radicales de esa religión. En octubre de 2014, publicó una portada en la que se refería a los sanguinarios métodos del grupo terrorista Estado Islámico: “Si Mahoma volviese…” dice el título principal y se ve al profeta de rodillas a punto de ser decapitado por un extremista. El diálogo es el siguiente: – Mahoma: “¡Yo soy el profeta, imbécil!”. -Terrorista: “¡Cállate, infiel!”.
Es un error pensar que son los dibujantes de Charlie Hebdo quienes caricaturizan “ofensivamente” el islam: en realidad ellos se limitan a retratar con total verosimilitud y realismo la caricatura que del islam hacen los terroristas.
La consideración de “normal” que el Papa hace respecto de la respuesta a las provocaciones, es una peligrosa señal de aval a la intolerancia. Es un increíble acto fallido de una corporación que hasta el siglo XVIII quemaba a la gente en la hoguera en el nombre de Dios. El pontífice desestima un hecho fundamental del occidente contemporáneo. En los Estados de Derecho la falta de respeto a la dignidad de las personas la resuelven los tribunales. Una calumnia tiene un capítulo en el imperio de la ley y también un castigo específico, que dicho sea de paso está bastante alejado de la pena de muerte. La supuesta “normalidad” del derecho a la represalia que instala el Papa Francisco resulta una intromisión inaceptable y fuera de todo orden. El hecho que grupos religiosos de países que se han quedado en el siglo 15 y siguen gobernados por la religión se adjudiquen el derecho a decirnos cómo debemos vivir y pensar, resulta tan absurdo como peligroso.
El papa olvida el aterrador sistema de ejecución de católicos, entre personas de otras religiones, que se produce a diario a manos del Estado Islámico en el este de Siria o el norte iraquí. Y esto ocurre sin sátira, sin humor, sin Charlie Hebdo. Allí solo el hecho de ser, pensar, creer o sentir diferente implica una sentencia de muerte.
Hay ocasiones en las que no hay espacio para la duda. Cuando dos fanáticos entran en la redacción de un periódico y matan a sus periodistas por lo que escriben, dibujan o fotografían, no se puede dudar. No caben preguntas. Cualquier duda, cualquier tibieza o liviandad de la palabra puede ser el comienzo de una justificación. El papa necesita un asesor de imagen. Y tal vez uno de conciencia.