Faltan poco mas de 18 meses para las elecciones generales que determinarán quien será el (o la) 45º Presidente de Estados Unidos. Mientras el partido demócrata parece encolumnarse detrás de una sola figura, el partido republicano perfila candidatos a toda marcha y promete unas primarias tan competitivas como heterogéneas desde lo que proponen. Desde Rand Paul, el hombre que promete pararse radicalmente a la derecha de la derecha, hasta Chris Christie, el hombre que abrazó a Clinton – cuyo perfil parece ser la esperanza de la recuperación de la cordura en un partido secuestrado por el fundamentalismo religioso de derecha. Pero ellos no son todo lo que hay. Jeb Bush – hijo y hermano de presidentes de Estados Unidos – si bien aún no ha decidido su postulación, su nombre, o mas exactamente su apellido, es visto como un catalizador para un Partido Republicano que se encuentra fuertemente polarizado. El otro representante de los ultraconservadores, Paul Ryan, es una voz de mucho peso en temas de economía dentro del partido pero no parece tener la capacidad de recaudar suficiente dinero para unas primaras en las que la billetera tendrá un gran protagonismo. El aspirante latino Marco Rubio, actual Senador nacional por el estado de Florida fue uno de los mas apurados en postularse y probablemente sea uno de los primeros en bajarse también. La candidatura de Ted Cruz no amerita siquiera comentarios.
Del lado demócrata todo parece ser mucho mas previsible. La ex secretaria de Estado, ex primera dama y ex senadora Hillary Clinton va de nuevo por la nominación demócrata a la presidencia de Estados Unidos. Con su candidatura confirmada, tanto las oportunidades de Joe Biden, actual Vicepresidente, como las de Andrew Cuomo, actual Gobernador de New York, parecen derrumbarse antes de comenzar. Hillary Clinton es el candidato previsible. Si bien es cierto que Hillary creció a la sombra de su esposo Bill, sus inquietudes, aspiraciones y experiencia arrancan desde sus años en la Universidad en el estado de Massachusetts. Poco después de ingresar a la Escuela de Derecho en Yale conoció a Bill, quien llegaría a convertirse en gobernador de Arkansas, tradicional enclave republicano. Su papel como primera dama del Estado hizo evidente que su estilo no era el perfil bajo. Su intervención oficiosa en todos y cada uno de los asuntos la convirtieron en un verdadero poder detrás del Gobernador. En 1992, cuando su esposo decidió contender por la presidencia, el slogan de campaña era: “dos por el precio de uno”, en alusión a un binomio acostumbrado a operar de forma conjunta. Su participación activa en las campañas de su esposo la convirtieron en interlocutora permanente, pero también en un flanco abierto que los republicanos han usado desde entonces para atacarla y convertirla en el talón de Aquiles de su esposo. Hoy va por su cuenta. Y sus frentes históricos serán blanco de sus opositores. Seguramente veremos viejos temas reinstalados como la investigación desde el Congreso para esclarecer su responsabilidad en la trama de Whitewater, un escándalo de inversión inmobiliaria del que salió exonerada, o el ya tristemente célebre escándalo sexual entre su esposo y Mónica Lewinsky que la convirtió en blanco de los ataques de quienes la consideraron demasiado indulgente con su esposo. Las encuestas siguen confirmando que Hillary Clinton es la mejor apuesta del partido demócrata para retener la Casa Blanca y confirmar que, ocho años después de haber sufrido una categórica derrota a manos de Barack Obama, sigue conservando el halo de candidata inevitable.
El partido republicano ya dibuja estrategias contra la que dan por descontado que será el rival a vencer. Su batería de atributos no la hace un rival sencillo. Su pasión por darle a Estados Unidos su primer presidente mujer presenta características singulares. Explota con naturalidad todos los rasgos que la mujer americana espera de ella pero su historia está muy alejada de cualquier síntoma de debilidad. Es una persona de centro, capaz de convencer al ala mas progresista del partido pero con una marcada tendencia al comportamiento de “halcón” en asuntos de política exterior. Es una mujer fuerte. Y proyecta esa imagen. Una ecuación compleja que la convierte en un enigma para un partido republicano que se debate entre una posición ultraconservadora que acerca a los precandidatos a ganar las primarias, o una posición mas moderada que le daría mayor oportunidad entre los independientes en la elección general. De cualquier manera, la crisis de identidad que atraviesa el partido republicano sigue siendo el verdadero enemigo a vencer. De la vereda de enfrente, el partido demócrata sigue mostrando signos de coherencia doctrinaria y pragmatismo que hacen mas fácil la decisión de los electores. Falta mucho, es cierto. Pero si usted comienza construyendo una pared con un desvío de una pulgada, cuando la pared esté terminada usted estará 5 pies dentro de la casa de su vecino. La claridad en el enfoque y la definición de identidad no es algo que pueda esperar mucho tiempo. La política es algo complejo. Pero el ciudadano es simple. El partido republicano parece no haber entendido esto aún.