En las elecciones de 2016 Hillary Clinton obtuvo 65.844.954 votos y su contrincante Donald Trump alcanzó los 62.979.879 de sufragios. Clinton ganó el voto popular por casi tres millones de votos. Pero el presidente fue Donald Trump. ¿Porqué? La respuesta es su sistema electoral.
Las elecciones presidenciales en Estados Unidos no se realizan con el sistema de voto directo. Esto significa que los ciudadanos, con su voto, en realidad lo que escogen es el llamado Colegio Electoral; un organismo conformado por 538 electores que representan a todos los Estados de la Unión. En realidad, más que una elección nacional, son 51 elecciones independientes, una por cada Estado más el distrito federal, que se celebran el mismo día y cuyos sufragios se contabilizan Estado por Estado.
Cada Estado tiene una cantidad predefinida de electores. Y el candidato que obtiene la mayoría del voto popular en un Estado se queda con la totalidad de los electores asignados a ese territorio.
El número de electores que le corresponde a cada estado se calcula en base al número de habitantes y a la cantidad de congresistas que lo representan; tanto en la Cámara de Representantes como en el Senado.
Los estados más poblados como California, Texas, New York, Florida o Illinois concentran gran cantidad de electores. Los electores son los que, en un proceso posterior a la elección general, eligen el presidente y el vicepresidente. Se requiere un mínimo de 270 electores para ganar la elección nacional, es decir la mitad más uno.
En 48 de los 50 estados y en Washington D.C. rige el sistema conocido como «el ganador se lleva todo«. Y es en esta regla donde se distorsiona la voluntad popular. Es decir, el candidato que obtiene la mayoría del voto popular en un Estado se queda con la totalidad de los electores asignados a ese territorio. La consecuencia de este sistema es que los votos de aquellos ciudadanos que votaron por el perdedor en un Estado no tienen relevancia en el resultado nacional. Por ejemplo: California tiene 55 electores. Si un candidato saca el 49% de los votos y su oponente saca el 51%, éste último se lleva el total de los electores de California. Es decir, los 55. Por lo que el 49% que votó por el primero no tiene ninguna influencia en la elección del Presidente y Vicepresidente.
Esto explica cómo es posible que un candidato pierda en el voto popular y al mismo tiempo gane la elección. En el improbable caso que ningún candidato obtenga 270 votos en el Colegio Electoral, la encargada de decidir el ganador es la Cámara de Representantes, que debe escoger el nuevo presidente mediante votación. El Senado, por su parte, debe llevar a cabo un proceso similar para elegir el vicepresidente entre los dos candidatos más votados.
La decisión de definir la presidencia por medio de un Colegio Electoral se tomó en el año 1787 y se le atribuye a los llamados «padres fundadores» de EE.UU. En esa época, realizar una campaña electoral a nivel nacional era casi imposible debido al tamaño del país y a la falta de infraestructura de comunicación y transporte. Se temía que con el sistema de voto directo se relegara a los estados pequeños y a las zonas rurales permitiendo que el país siempre eligiera a su presidente de acuerdo con los intereses de las grandes urbes.
En una época en que la norma era una monarquía, este sistema reflejaba el concepto de una república verdaderamente federal. Con independencia y representatividad garantizada para cada uno de los estados.
Pero en pleno siglo 21 con las comunicaciones integrando a cada rincón del planeta, esa protección definida hace 234 años parece haber perdido vigencia instalando mas injusticia que justicia a la hora de respetar la voluntad popular.
Según la mayoría de los académicos constitucionalistas Colegio Electoral viola el aspecto más esencial de la democracia basados en el principio elemental que todos los votos deberían contar por igual y quien obtiene más votos, debería ser el ganador.
Elecciones Estados Unidos 2016. Estados ganados por Republicanos en rojo.
El sistema de Colegio Electoral favorece a los Republicanos por la forma en que sus votantes están distribuidos en el país. Es decir, los Estados del centro del país, que presentan un escenario mayormente rural, tienen menos electores designados debido a su demografía y tienden a ser republicanos; pero en número son muchos más que los Estados costeros que concentran en sus grandes centros urbanos la mayor parte de la población.
Si bien las encuestas señalan que la mayor parte de los ciudadanos preferirían un sistema de elección presidencial de voto directo, los proyectos de reforma que se han presentado hasta la fecha nunca alcanzaron el consenso necesario para producir el cambio.
La democracia en Estados Unidos se enfrenta a una amenaza creciente de debilitación por parte del Partido Republicano. La manipulación de los distritos electorales, que son la base para determinar los representantes de cada Estado que van al Congreso Nacional, las restricciones cada vez más marcadas para evitar que la gente de menos recursos y las minorías puedan votar, y el sostenimiento del sistema electoral por Electores alejan cada vez más al pueblo estadounidense del principio elemental de la democracia: Cada voto cuenta. Y la suma de cada voto expresa la voluntad del pueblo al elegir su gobierno.