A lo largo del tiempo se ha intentado agrupar a las distintas generaciones dentro de un espectro común que pudiera definir un patrón de conducta social. Este ejercicio analítico siempre se ha hecho años después de la consagración del comportamiento definido. A través de esta vía se han escrito toneladas de ensayos sobre los “Baby Boomers” o la generación “X”. Pues bien, hoy estamos frente a la aparición de la generación “Y”, más coloquialmente denominados “Millennials”.
El mundo de la sociología está particularmente interesado en una generación a la que no le interesa ser definida ni encasillada. Y, a diferencia de las generaciones anteriores, los Millennials son objeto de estudio mucho antes de haber consolidado sus patrones de comportamiento. ¿Por qué tanto interés sobre este grupo de jóvenes? En primer lugar, estos hijos de los Baby Boomers son unos 1.700 millones en todo el mundo. Sólo en Estados Unidos se calculan unos 80 millones, es decir, poco más de un cuarto de la población total. Pero para 2025 los Millennials serán en Estados Unidos el 75% de la fuerza laboral.
Acusados de narcisistas, ególatras, perezosos, dispersos y consentidos, nadie parece creer en ellos, excepto ellos mismos. Si bien es difícil ubicarlos en un certero rango de edad, los analistas los sitúan entre los 18 y los 35 años. Claro que una de las características más destacadas para definirlos es puramente actitudinal, y este hecho sitúa radicalmente el perfil de edad en un segundo plano.
Muestran un marcado desapego a la religión y a la política organizada. Se relacionan a través de las redes sociales, no tienen prisa alguna para casarse y son optimistas de cara al futuro. Nacieron antes de la crisis y han vivido una infancia y adolescencia de bienestar económico. Todo ha sido relativamente fácil para ellos antes de ingresar a la edad adulta. Los economistas afirman que los Millennials serán la primera generación desde la Segunda Guerra Mundial que habrá de experimentar un retroceso en su calidad de vida. Los Millennials no lo creen.
El analista Joel Stein sostiene que los Millennials son como un grupo de malcriados con un ego híper desarrollado producto de un malentendido de sus padres, que pensaron que había que subirles la autoestima para que triunfasen en la vida. Así que todos tienen sus habitaciones llenas de trofeos, medallas y diplomas escolares. “Fue un error bienintencionado”, señala Stein.
Por su parte, Roy Baumeister, profesor de psicología de la Universidad de Florida, asegura que la autoestima es una consecuencia del éxito, no una causa; o debería serlo. El resultado: la incidencia de la personalidad narcisista de esta generación es tres veces más alta en su franja de edad que en los mayores de 65 años. Están convencidos de que se lo merecen todo, y de que harán algo grande y trascendental. Y ese convencimiento no es tan insensato como parece.
Según la revista Time, los Millennials harán algo grande y probablemente nos salven a los adultos devenidos en ancianos a ese momento. ¿Por qué? Porque cotidianamente están inventando nuevas maneras de trabajar, producir y consumir que revolucionarán el modelo económico actual. Los Millennials descreen de la teoría del progreso gradual mediante una carrera tradicional. No confían en las jerarquías tradicionalmente establecidas. Colaboran en lugar de competir y proclaman que el proceso de aprendizaje es horizontal y no vertical.
“Mis jefes pueden aprender mucho de mí”, es una frase que define al 75% de los Millennials estadounidenses. Ellos representan la transición de una sociedad de consumo exacerbado a una sociedad de intercambio. Comparten casa, auto, oficina, talento, ideas. El sueño americano de auto y casa propios no va con ellos. Un informe del Tesoro revela que la compra de una propiedad por parte de los Millennials ha caído casi un 20% con respecto a la generación anterior.
La industria inmobiliaria, la automovilística y la financiera tienen una asignatura pendiente con esta generación. Y más les vale a las empresas adaptarse a sus demandas, no sólo porque es la generación con el mayor talento tecnológico, sino también porque su manera de relacionarse, consumir o incluso viajar marca tendencia. Y las tendencias, a su vez, crean riqueza, muchas veces donde no se sospechaba que la había.
Su prioridad es vivir la vida. Quieren tiempo para ellos, cuidan sus cuerpos tanto como su reputación digital; se alimentan sanamente y rechazan ser insertados en un molde. El 81% tiene perfil en Facebook. El 83% duerme con el móvil al lado. Son nativos digitales. Es la primera generación que no ha tenido que adaptarse a la tecnología. Los dispositivos electrónicos son una prolongación natural de sus cuerpos.
Tal vez estemos ante la Tercera Revolución Industrial. Las industrias se han relocalizado, instalándose en países donde la mano de obra es económica. Ahorrar costos es lo único que el capitalismo tradicional parece haber aprendido de la globalización. La respuesta de los Millennials a esta realidad es la innovación, la tecnología y el cambio. Muchos bienes volverán a ser producidos en las ciudades más innovadoras de los países ricos, en pequeñas cantidades y bajo demanda; financiados a través de modelos alejados de la banca tradicional como el crowdfunding. Probablemente se crearán más productos personalizados de altísima calidad. Las impresoras 3D y otras tecnologías serán decisivas en ese nuevo contexto.
Si usted se pregunta cuándo estos jóvenes se adaptarán, la respuesta es sencilla: no lo harán. Daría la impresión de que tienen las ideas y la fuerza suficientes para lograr que el contexto se adecúe a ellos. Ellos se las arreglan para no renunciar a nada que consideren fundamental y están reescribiendo el significado de las palabras “seguridad” y “control”.
Acostúmbrese. Esto recién comienza.