ALMA MIAMI: ¿Cómo ha llegado hasta aquí?
EDUARDO PADRON: Lo interesante de todo esto es que nunca tuve intenciones de ser educador. Nunca tomé un curso de pedagogía. De pequeño, las personas me preguntaban qué quería ser, pensando que yo iba a responder ingeniero, arquitecto, médico o abogado, pero yo decía: “Rico”. Mi intención cuando yo llegué a este país, con casi 16 años, era ser rico. Esa era mi idea del sueño americano, y entonces estudié economía y finanzas en todos los grados, hasta el doctorado.
AM: ¿Y cómo pasó de la economía a la educación?
E.P.: Sucedió que ex profesores míos, aquí en Miami Dade College, me convencieron de que diera un año de mí a la institución y trabajara como profesor de economía. Lo cual hizo que yo renunciara a un puesto que me había ofrecido la Dupont Corporation en Wilmington, Delaware, que en ese momento era la corporación más grande del mundo, y a un salario cuatro veces más grande que lo que iba a ganar aquí en ese año. Y dije: “Ok, un año, pero solamente un año. Y después voy a ir por mi sueño, que es hacer dinero, porque como educador no ganas mucho dinero”. Sin embargo, ese mismo año me di cuenta de que había algo maravilloso en la educación y fue como un acto religioso. Me convencí de que esto era lo que quería hacer por el resto de mi vida. Y si bien no soy millonario, puedo afirmar que soy el hombre más feliz y más rico del mundo porque la satisfacción de ver cómo aquí se cambian vidas todos los días. No hay mayor satisfacción en el mundo que eso. Así comencé aquí como profesor: fui subiendo, en distintas posiciones, unas ocho o nueve diferentes, hasta que se volvieron locos en 1995 y me dieron el mando total de la institución. (Risas) Fui presidente de este recinto –que llamamos Wolfson en el Downtown de Miami– por 15 años antes de ser nombrado presidente de toda la institución, y aquí estoy.
AM: ¿Hoy en día mantiene el contacto con los estudiantes? ¿En qué medida el tiempo se lo permite?
E.P.: Trato de hacerlo. Porque es importante mantenerme al día en cómo los estudiantes reaccionan, cuáles son sus ansiedades, sus intereses. Por otra parte, siempre tengo estudiantes trabajando en la oficina, y cuando salgo a una reunión, a otro edificio, y me encuentro con estudiantes, soy de interrumpirlos y hacerles preguntas. Es más, muchas veces los invito aquí a un desayuno o almuerzo, para tener charlas, conocerlos mejor, sobre todo los que son líderes de organizaciones y del gobierno estudiantil y ese tipo de cuestiones. Estas cosas son importantes para mí: me recuerdan el por qué estoy aquí.
AM: En la actualidad, los jóvenes son bastante críticos con la falta de pragmatismo en el ejercicio de la docencia. Se ve algo de reparo a la sobrevaloración del principio de autoridad. ¿Cómo se logra mantener la motivación en el alumnado acerca de lo maravilloso que es incorporar conocimiento?
E.P.: Es que tenemos que darnos cuenta que esta institución que llamamos universidad, es una institución de muchos años. Las universidades se fundaron hace varios siglos, y básicamente es un modelo que ha perdurado y ha sobrevivido a pesar de todos los cambios en el mundo. Siempre digo que el sistema de educación superior no ha arribado todavía al siglo XXI. Sé que es una crítica un poco fuerte y que hay excepciones, pero en el mundo de hoy el aprendizaje requiere un matiz diferente; el pragmatismo es inspirador para los estudiantes. Nosotros llevamos varios años haciendo ese cambio, porque nos hemos dado cuenta de que cuando hablamos con los empleadores –desde las compañías más grandes hasta las más pequeñas–, y preguntamos cuáles son las destrezas qué deben de tener sus futuros empleados, además de un profundo conocimiento de la materia, lo que buscan en la actualidad son destrezas. Es más, son más importantes que nunca: la habilidad de trabajar en grupo, la habilidad de resolver problemas, capacidad de razonamiento, etc. La competencia en el mundo moderno entre las naciones, y aún entre las regiones dentro de un mismo país, está basada en talento y ese talento hay que cultivarlo de modo diferente.
AM: Ante esto, ¿cómo los afectó el cambio?
E.P.: Hoy en las economías avanzadas se requiere una educación universitaria. Si miramos 40 años atrás, la gran mayoría de los estadounidenses podían ir a trabajar con poca educación: iban a fábricas donde realizaban trabajos rutinarios, casi siempre con sus manos, y se quedaban en un mismo empleo por treinta años; se retiraban con una buena pensión y eran parte parte de la clase media. Hoy en día no solamente la gran mayoría de esos trabajos se han ido perdiendo, sino que la gran mayoría de los estadounidenses en su vida productiva cambian de empleo entre diez y quince veces. Para poder hacer eso, para poder navegar la economía moderna, tienen que tener destrezas muy diferentes. Y eso nos afecta directamente a nosotros: en el método de enseñanza, en cómo los estudiantes deben funcionar cuando egresan. Ese el papel más importante que tiene la universidad hoy en día.
AM: Actualmente, las transformaciones son cada vez más rápidas, y los ciclos cada vez más cortos. ¿Siente que los docentes a nivel general en Estados Unidos están a la altura de ese cambio constante?
E.P.: No en todos los casos. Creo que todavía tenemos mucho que hacer para ayudar a los docentes a poder funcionar en este momento de la sociedad. Lo que sí vemos es que a muchos docentes les cuesta trabajo hacer esa transición, porque llevan muchos años frente a un pizarrón trabajando con los estudiantes. Pero sí sabemos que no nos cabe otro remedio que hacer esa transición, porque es lo que es necesario para poder proveer a los estudiantes con las destrezas, las habilidades y todo lo que necesitan para poder funcionar. Hay que prepararlos para que puedan adaptarse: la adaptabilidad es un arma muy poderosa que tenemos actualmente, porque la gran mayoría de los trabajos que van a estar presentes dentro de cinco o diez años, hoy no se han inventado todavía, están en proceso.
AM: Históricamente, la educación se impartía casi en forma vertical. Se educaba con conocimientos muy específicos y estancos, inherentes sólo a la raíz de cada carrera. Y cada vez más las personas requieren un conocimiento transversal. Conocimientos que atraviesen la verticalidad de ese conocimiento específico. ¿Cómo se están preparando las generaciones jóvenes para ser docentes en esta nueva era?
E.P.: Esa es una gran pregunta y es una gran disyuntiva nacional en este momento. Es algo que se discute mucho porque si bien a nuestras aulas les llamamos aulas, de hecho, ya no lo son en el sentido tradicional. Son espacios con mesas redondas donde los estudiantes se van moviendo de un lado a otro. Si están estudiando medicina, no están simplemente trabajando con estudiantes de medicina, están trabajando con estudiantes de todas las disciplinas, porque la forma en que nosotros estamos impartiendo la docencia hoy está más bien encaminada a preparar individuos para resolver situaciones, para resolver problemas, y todas esas cosas requieren una comunión de varios estudiantes y profesionales que vienen de distintas disciplinas. Aquellos momentos en donde las disciplinas de ciencias, las artes, las humanidades, estaban en salones diferentes donde ni siquiera se conocían o interactuaban, se está eliminando totalmente.
AM: ¿Cuál es el criterio que aplican para la selección de nuevos docentes?
E.P.: Tenemos varias preocupaciones cuando vamos a emplear docentes. Una es que sea gente que pueda representar a los estudiantes que servimos, desde el punto étnico, desde el punto de vista de su procedencia global, porque es importante que los estudiantes se vean reflejados en la docencia. Ese es un grave problema en todo el país en muchas escuelas, donde los estudiantes de las minorías, por ejemplo, no se ven reflejados en los docentes. Aquí tenemos personas de muchas partes del mundo que estudiaron en otros países y traen una experiencia al aula totalmente diferente. Sin embargo, en términos específicos, tratamos de combinar el docente más teórico con aquel que tiene la experiencia de la práctica, y eso lo hacemos en diferentes formas. Por ejemplo, en el centro de leyes tenemos profesores que estudiaron leyes y son docentes bien preparados, aunque en el programa enseñan también muchos jueces y abogados que están actualmente ejerciendo su profesión. Y esa combinación es importantísima.
AM: En general, en Estados Unidos la educación es elitista. ¿Concuerda?
E.P.: En mi opinión, la educación universitaria, no solamente en Estados Unidos, sino en gran parte del mundo, ha sido totalmente elitista. No obstante, la gran disyuntiva que tiene hoy este país, es que para poder mantener su posición de liderazgo tiene que proveerle a todos los estadounidenses la oportunidad de obtener estudios postsecundarios, y eso es difícil porque la gran mayoría de las universidades de este país son elitistas y escogen a los estudiantes con los cuales quieren trabajar, los que están mejor preparados, los que tienen los requisitos necesarios. Basan el éxito en cuántos estudiantes eliminan, lo opuesto de decir cuántos estudiantes admiten. Hace cien años se decretó que el high school era un derecho universal para todos los estadounidenses, y eso cambió a éste país. Las naciones emergentes están haciendo inversiones multimillonarias en educación porque comprenden esta realidad. Nosotros no contamos con suficientes instituciones que tengan esa cultura de puertas abiertas. En este punto, Miami Dade College basa su prestigio en el hecho de que ésta es una institución de puertas abiertas y al mismo tiempo ha podido garantizar la excelencia en la educación que se imparte, y ahí es donde está el mérito.
AM: ¿Cómo se combate el elitismo en la educación universitaria?
E.P.: Creo que nuestra economía lo va a exigir. El presidente Barack Obama presentó una idea que tiene mucho valor, y es una propuesta al Congreso que establecería que los dos primeros años en todos los centros universitarios serían completamente gratis para todos los ciudadanos.
AM: ¿Qué oportunidad tiene esa ley de pasar?
E.P.: Eventualmente, esa ley no nos queda más remedio que pasarla. El problema es que en este Congreso no van a hacer eso, por razones que ya sabemos. Sin embargo, es una idea que todos sabemos –y no importa cuál sea tu partido político– que es necesaria.
AM: ¿Qué ha hecho el presidente Obama en estos casi siete años de gobierno por la educación?
E.P.: Creo que ha hecho varias cosas que son importantísimas. Número uno: realzar esto mismo que acabamos de hablar, la importancia de proveer oportunidades a todos los estadounidenses para que puedan alcanzar estudios universitarios; ha aumentado las becas federales para todos los estudiantes; ha tratado de controlar el negocio de las compañías que otorgan los préstamos universitarios para que los estudiantes no tengan que terminar con deudas imposibles de pagar. Además, ha tratado, al nivel de primaria y secundaria, de promover un currículo universal, lo que le llaman “common core”, para que haya cierta uniformidad en todos los estados en términos de lo que se requiere de los estudiantes. Esas son las cosas que considero las principales, porque está adelantándose a lo que viene. Y es un hecho que a pesar del desempleo, el país tiene hoy más de cuatro millones de empleos donde las empresas no encuentran a las personas con las destrezas necesarias; es decir, hay aquí lo que le llaman el “skill gap”, que es el desajuste entre la demanda y la oferta, en términos de ciertas preparaciones académicas.
AM: Me gustaría conocer su opinión acerca de la apertura de la administración de Obama hacia Cuba.
E.P.: Este es un tema muy reciente e interesante. La forma en que lo veo es esta: 55 años de una misma política que no ha dado resultado alguno y hoy nos damos cuenta de que la única esperanza que podemos tener para Cuba es que la apertura traiga cambios sustanciales. En mi opinión, esos cambios no van a pasar de hoy para mañana. En este punto, hay un optimismo demasiado grande porque conozco bien el sistema. El gobierno cubano es un gobierno cuyo interés principal es mantener el control, y es muy consciente de que cualquier huequito que se abra puede quitarles parte de ese control, y entonces están siendo muy cautelosos en cómo participan. Ellos tienen una necesidad imperiosa de que esto ocurra. ¿Por qué? Porque ya no estamos en la época donde la Unión Soviética subvencionaba a Cuba por billones de dólares todos los años; ni está Venezuela que era el vehículo para el bienestar de Cuba en los últimos años. El gobierno cubano no puede sobrevivir de esa manera, entonces no le queda más remedio que jugar este juego de ajedrez. Sin embargo, están asustados y éste es un cambio que va a tomar tiempo. Por eso un día dicen sí y al otro que no; un día dicen que sí por los derechos humanos y al otro les dan una paliza a las damas de blanco. Pero, por otro lado, creo en la oportunidad de por lo menos dialogar, de hablar. Creo que es la decisión correcta.
AM: ¿Estaría de acuerdo con el levantamiento del embargo económico?
E.P.: Es que no conozco el embargo, porque todos los países están negociando con Cuba desde hace rato. En Cuba no falta nada, lo único es que no va al pueblo. Los hoteles cuentan con las mejores oportunidades que cualquier hotel del mundo puede tener, pero ahí solamente pueden entrar los turistas, y la gente que está en el gobierno tiene todo lo que quiere. Estoy convencido de que el gobierno cubano ha sido el principal opositor de que se levante el embargo, porque en todos estos años esto les ha permitido echarle la culpa de todo lo malo que pasa en Cuba al imperialismo yankee, que los ahoga, que los detesta y que no les permite mantenerse económicamente. El día que se levante el embargo, ¿qué excusa va a tener el gobierno cubano para el fracaso del sistema económico? Porque no es el embargo lo que tiene a Cuba ahogado, es su sistema totalmente arcaico lo que no funciona.
AM: En Estados Unidos, en general, el voto hispano es demócrata, excepto por la comunidad cubana que ha sido radicalmente republicana. Hoy la generación joven de descendencia cubana se aleja cada vez más de la posición política de sus padres y se acerca a una postura más de centro. ¿Por qué piensa que se está dando este fenómeno?
E.P.: Es que son jóvenes que han crecido en este país, con la realidad del mundo de hoy. Ellos no conocen Cuba, no entienden el dolor de sus padres y razonan de una forma diferente; han sido educados de una manera distinta. Pero hay que entender otra cosa: la evolución, en ese sentido, va mucho más allá de los hijos, de la segunda generación, la tercera generación, porque tengo hijos y nietos y todos se identifican como cubanos a pesar de que nacieron todos aquí, y son muy liberales. Además, hay otra cosa más y es que el exilio tradicional histórico que le llamo yo de los años 60, no es el mismo exilio de los que vinieron en los 70 y mucho menos de los que vinieron en los 80, el Mariel, y los que vienen mucho después ya en los 90. Son personas con otro entendimiento. Entonces, el voto cubano ya no es monolítico por los republicanos. En realidad, las encuestas muestran que está muy dividido eso y la generación que está aferrada a las ideas más tradicionales es una generación mayor que se está extinguiendo.
AM: Volviendo a la educación, ¿quién muestra mayor grado de preocupación por la evolución de la enseñanza en este país, el estado nacional o el de la Florida?
E.P.: El estado nacional definitivamente. Hay que entender la educación en Estados Unidos: este es uno de los pocos países en el mundo donde la educación no es controlada a nivel federal, y se diseñó así a propósito, para darle más autoridad, más control a los estados y a las comunidades dentro de los estados. El gobierno nacional tiene un papel muy limitado en la educación que incluye proteger a los ciudadanos de discriminación al brindar muchas leyes al respecto; después incentiva ciertas cosas que el gobierno nacional piensa que son importantes a través de asignaciones presupuestarias por las que las universidades compiten. Y la otra es tratar de estimular, a través de la ayuda económica, a los estudiantes de bajos ingresos, dándoles las becas federales Pell, lo que le garantiza a todos los estudiantes que por lo menos tienen un fondo que se les da –que no tienen que pagar– para asistir a la universidad. En cambio, todo lo que tenga que ver con el material didáctico es regulado por los estados. En este punto, nosotros somos una institución estatal, aunque a pesar de eso cada día nos dan menos dinero y hoy en día recibimos del estado de la Florida menos del 50% del total de nuestros ingresos. O sea, somos una institución casi privada porque la mayoría de nuestros fondos no vienen del estado ya que el estado de la Florida ha dejado su responsabilidad sobre la educación a un lado. Y eso ha venido ocurriendo en los últimos diez años. Y durante la recesión eso se ha agudizado notablemente y ahora, superada la recesión, donde no hay excusas, la situación sigue igual.