Permítanme insistir: voy a volver sobre el tema educación. Al cierre de esta edición se publicaban los resultados del informe PISA 2012. El informe del Programa Internacional para la Evaluación de Estudiantes, informe PISA (por sus siglas en inglés), se basa en el análisis del rendimiento de los estudiantes a partir de exámenes que se ejecutan cada tres años en diferentes países con el fin de determinar el nivel de conocimiento de los alumnos y establecer una comparación internacional. Este informe es llevado a cabo por la OCDE, que se encarga de la realización de pruebas estandarizadas a estudiantes de 15 años y en el que, en esta edición 2012, han participado más de medio millón de alumnos de 65 países que representan, en conjunto, cerca del 80% de la población mundial.
Una vez más, como se esperaba, los países asiáticos dominan los primeros puestos del informe. El primer lugar es ocupado por Shanghái, principal ciudad de China con más de 20 millones de habitantes, con 613 puntos; 119 puntos por encima del promedio de conocimiento que fija PISA, de 494 puntos. Cabe aclarar qua la mayoría de los resultados provienen de una muestra de puntuaciones por país, aunque en el caso de China los exámenes fueron realizados sólo en ciertas regiones. Por eso se debe destacar que los resultados de Shanghái -el centro financiero del gigante asiático y una de sus ciudades más ricas- no son representativos de la situación general de la educación de ese país. En la segunda colocación se sitúa Singapur (573 puntos), seguido de Hong Kong (561), Taipéi (560), Corea del Sur (554), Macao (538) y Japón (536). Completan la nómina de los diez primeros: Liechtenstein (535), Suiza (531) y Holanda (523). Latinoamérica ocupa los últimos puestos con Chile (lugar 51 con 423 puntos), México (puesto 53 con 413 puntos), Uruguay (puesto 55 con 409 puntos) y Argentina (lugar 59 con 388 puntos). Estados Unidos ha descendido casi 20 posiciones desde la última medición. En 2009, el país ocupaba el puesto 17 y ahora se encuentra en el 36. No supera la media de la OCDE ni en ciencias, ni en matemáticas. Estos resultados exhiben que Estados Unidos no solo no se recupera en términos de educación, sino que se aleja de los primeros lugares en las tres asignaturas medidas. Por primera vez, los estados de Connecticut, Massachusetts y Florida han participado de forma autónoma y han alcanzado resultados diferentes a los del resto de la nación.
De los 34 países miembros de la OCDE, Estados Unidos ha quedado en el puesto 26 en matemáticas. Mientras que los estudiantes estadounidenses demostraron tener buenas habilidades en materia de diagramas, han expuesto serias dificultades en razonamiento geométrico y en la aplicación de las matemáticas al mundo real. En el apartado de ciencias, Estados Unidos ha terminado en el lugar 21. Massachusetts y Connecticut volvieron a eclipsar a la muestra nacional en este apartado, pero Florida, una vez más, se ubicó por debajo.
Por último, en el Ítem lectura, el país ha terminado en el sitio 17, conquistando el mejor resultado de los tres grandes temas de estudio en 2012, pero comparativamente a la puntuación lograda en 2009 ha perdido dos posiciones. También, los estados de Massachusetts y Connecticut han superado al promedio nacional en este punto. Otra vez, Florida, no. El informe parece demostrar que la mala actuación del país en la evaluación ocurre a pesar que Estados Unidos desembolsa más dinero por cada alumno que casi todos los demás participantes. Por ejemplo, mientras que aquí se invierten 115 mil dólares por estudiante, Eslovaquia, que está por delante, destina sólo 53 mil dólares por cada alumno.
Luego de una lectura detallada del informe se vuelve a hacer inevitable la pregunta sobre qué es lo que no funciona. Si observamos el modelo finlandés podemos apreciar que no son los que más invierten en educación (menos del 7% del PIB), ni los que imponen la mayor carga horaria a los niños en las escuelas. Tampoco se inclinan por una excesiva cantidad de tarea para efectuar en el hogar y, a la hora de evaluar formalmente el éxito del proceso de aprendizaje, un par de exámenes nacionales cuando los jóvenes egresan de la escuela les basta. Sin embargo, los alumnos finlandeses ocupan siempre, desde hace muchos años, las primeras posiciones en las evaluaciones educativas internacionales.
Son muchos los factores que hacen que la educación en Finlandia sea una de las mejores del mundo, pero el excluyente es la calidad de los educadores. El profesorado, en general, cuenta con un nivel de formación extraordinario e implica un proceso de selección previo tan exigente que no se compara con ningún otro. En las universidades donde se preparan los educadores finlandeses sólo ingresan aspirantes con notas por encima de nueve en una escala de diez. Se les practican pruebas de lectura, sensibilidad artística, dominio de instrumentos musicales, comunicación, y un largo etcétera. Como corolario, esas universidades sólo reclutan a un 10% de los postulados. Además, para ejercer la docencia todos los maestros deben realizar una maestría. El nivel de reconocimiento social que poseen los educadores en Finlandia es superlativo. Se los considera verdaderos intelectuales y un pilar básico de desarrollo para su país. En Estados Unidos, y probablemente en todo el mundo, el proceso de cambio al que se enfrentan los alumnos debido al desarrollo tecnológico, la penetración de las redes sociales y la velocidad que llevan las transformaciones socioculturales, originan que la captación de su atención e interés requiera cada vez más sofisticados e inteligentes estímulos. El alumno se adapta a lo nuevo con una celeridad inusitada. Exactamente lo contrario de lo que sucede con los docentes en Estados Unidos. Y es allí donde hay que dar la pelea. En la reeducación de los educadores y en la renovación de sus filas. En la reconstrucción del modelo que forma docentes. En el quiebre de esa mentalidad sindicalizada y obsoleta que sólo lucha para mantener el statu quo. Después de todo, aquellos que hace algunos años se resistían a dejar múltiples oficios que hoy han desaparecido, han tenido que adaptarse a la fuerza y cuanto más tarde, peor resulta. Sería de esperar que quienes en la actualidad traban los procesos para implementar una reforma radical de la docencia piensen que sus hijos están siendo educados en un sistema que los condena.
Ese cambio radical es posible. Y por demás necesario.