Al igual que Amsterdam, Miami carga sobre sí con una de las hipótesis más apocalípticas –como también paradisíacas– que ofrecen los profetas del cambio climático: la posibilidad de que el mar gane definitivamente terreno, el agua inunde la península y los delfines reemplacen a los autos en las calles de la ciudad. A primera oída la sentencia suena trágica, pero, si se piensa un poco, las opciones comienzan a aflorar. Entonces, la referencia inmediata es Venecia. Y es ahí cuando la crisis pasa a ser una oportunidad, tal como enseñan los gurúes de las finanzas.
Primero, porque hay que dejar en claro que dicha catástrofe no va a suceder hasta dentro de varias décadas, inclusos siglos. Momento para el cual los avances tecnológicos probablemente permitan resolver la situación a favor del ser humano. Segundo, porque hoy Venecia es uno de los sitios turísticos más visitados en todo el mundo y su construcción no es necesariamente moderna.
La ciudad de Venecia fue erigida tras la caída del Imperio Romano, cuando muchos habitantes de la región de Véneto buscaron refugio en la zona pantanosa donde empezarían a cimentar el asentamiento. Al encontrarse con un centenar de islas infectadas de mosquitos, los primeros venecianos levantaron pequeñas cabañas en las islas más altas. En muchas zonas, de hecho, se empezaron a construir canales para ir ganando terreno al mar.
El resultado de todo el proceso de construcción fue Rivo Alto –luego Rialto–, el asentamiento central que une 118 pequeñas islas mediante 400 puentes. Lo que en su inicio no eran más que islas, barro y mosquitos, hoy se ha convertido en una de las ciudades con mayor encanto turístico del mundo, que cuenta con casi 300 mil habitantes. Y todo esto fue realizado hace más de 1.500 años atrás, cuando ni siquiera existía la electricidad.
Felizmente para Miami, muchos emprendedores del mercado inmobiliario comparten la visión de aquellos primeros venecianos del siglo V, y están tomando decisiones y realizando propuestas a futuro con el fin de hacer de una eventual ciudad acuática un lugar que sea ejemplo mundial. Desde el punto de vista inmobiliario, las posibilidades que ofrece una inundación a gran escala, pero progresiva, no tienen límites. Crear una ciudad flotante, con escuelas flotantes, restaurantes flotantes y, en definitiva, edificios flotantes de todo tipo, seduce a propios y extraños.
El mito de la Atlántida hecho realidad no es algo que suene imposible para cierta gente. Tal es así que Frank Behrens, creador de una prisión flotante a las afueras de Amsterdam, es uno de los primeros interesados en desarrollar actividades que promuevan la inversión y las ambiciones venideras. Behrens, que disfrutó de su infancia en Aruba, vive en Miami desde hace una década y su figura se ha vuelto cada vez más importante luego de que los líderes cívicos de la región decidieron despertar frente la real posibilidad de una catástrofe inminente.
Ante la pasividad de los funcionarios políticos, sobre todo del gobernador de Florida Rick Scott, quien parece refugiarse en la excusa de que él no es un científico, la población ha empezado a planificar los años próximos. Según el profesor de geología Hal Wanless, de la Universidad de Miami, los problemas comenzarán cuando el agua llegue a los dos pies, y el aeropuerto quedará incomunicado cuando alcance los cuatro. “Todos quieren un final feliz, pero esa no es la realidad. Estamos tratando de llegar a uno, pero hemos calentado demasiado las aguas del océano y nos lo va a cobrar”, alerta el catedrático.
Por más extremos que suenen el optimismo de Behrens en contraposición al pesimismo de Wanless, ambas posturas coinciden en que trabajar a largo plazo es la salida. Tal vez encontrándose en el punto medio que propone la calma de la representante del condado de Broward, Kristin Jacobs –además, integrante del comité del presidente Barack Obama dedicado a estudiar los cambios climáticos–, hallen todos una solución. “No hace nada bien ponerse los pelos de punta por algo que va a suceder dentro de 70 años”, tranquiliza antes de hacer foco en la tecnología. “Si se presta atención a los asentamientos de todo el planeta desde el principio de los tiempos, es posible notar que evolucionamos a medida que lo necesitamos. Otros países, como Holanda, han demostrado ser resistentes. Nosotros buscamos ser resistentes también.” En este punto, Miami ocupa el puesto número uno en la lista de ciudades con el mayor riesgo de daños económicos, por delante de Nueva York, Boston, Bombay, Shenzhen, Calcuta y Bangkok.
Ante el abanico de posibilidades y la prueba irrefutable de la Historia, no parece crucial hacer foco en cuanto de realidad o de mito haya en todo esto, sino más bien en cuál será nuestra postura ante la situación. Es innegable que las formas de vida cambiarán, desde las costumbres más mundanas a los paradigmas más propios de la cultura estadounidense, pero algo es cierto y sólo depende de la energía con la que enfrentemos el problema: Miami puede transformarse en una ciudad ejemplo en todo el mundo. Un faro, casi literal, hacia el cual todos miren con ojos de asombro. Después de todo, la serie de televisión Flipper se filmó en Miami durante los años 60. No estaría nada mal salir a la calle y encontrarse con varios delfines a nuestro lado, persiguiendo nuestros automóviles acuáticos.