Localizada a orillas del río Neretva en el sur de Bosnia y Herzegovina, Mostar es una antigua ciudad fronteriza otomana que se desarrolló en los siglos XV y XVI. Entre los siglos XIX y XX perteneció al imperio austrohúngaro. Recibió este nombre por los guardianes, llamados Mostari, que custodiaban el icónico Puente Viejo que pasa por encima del río. Aunque Bosnia y Herzegovina no es uno de los destinos turísticos más populares del mundo, perderse de conocer Mostar sería un gravísimo error. La quinta ciudad más grande del país es un espectáculo que reúne encanto paisajístico, naturaleza y cultura.
¿Rincones que el visitante no debería pasar de largo? Su casco antiguo, sus famosos comercios de artesanía, sus calles medievales y sus edificios más históricos. Asimismo, sus mezquitas del siglo XVI y el antiguo bazar. Mostar también sorprende a los viajeros con unas tradicionales casas turcas y otras construcciones de inspiración mediterránea. Es que su arquitectura se caracteriza por tener un estilo único, producto de la fusión de influencias extranjeras con las nativas. Quien visite Mostar, no podrá olvidar su belleza natural, el equilibrio de sus elementos y su ambiente singular que lo trasladará a una dimensión de ensueño.
CASCO ANTIGUO.
La mayor parte del centro histórico de la ciudad, así como el puente diseñado por el célebre arquitecto Kodza Mimar Sinan, fue destruida durante el conflicto ocurrido a principios de la década de 1990. Es un entramado de estrechas calles medievales, pavimentadas con adoquines y repletas de antiguas casas de piedra, muchas de las cuales tuvieron que ser reconstruidas tras la guerra. De hecho, sorprende comprobar cómo este sector de la ciudad, tan devastado por la contienda, ha logrado ser restaurado sin perder un ápice de su embrujo y autenticidad. Pasear por estas calles, contemplar las muchas tiendas que el paseante encontrará y tomar un café en alguna de las cafeterías típicas de la zona, es toda una experiencia de la que no hay que prescindir. En la calle Kujundziluz, la más recoleta y pintoresca de todo Mostar, abundan las tiendas de artesanía, ya que está en el corazón del que era el barrio de los artesanos por excelencia. Hoy se pueden encontrar establecimientos de todo tipo: peleterías, relojerías y tiendas de objetos decorativos.
PUENTE VIEJO.
Denominado, asimismo Stari Most, es uno de los monumentos históricos más ilustres de la antigua Yugoslavia y forma parte del Patrimonio de la Humanidad desde 2005. Este puente fue construido en el siglo XVI, y es uno de los símbolos de la sociedad multiétnica de Bosnia, al servir de unión entre las dos culturas en que está dividida la ciudad, con los católicos croatas al oeste y los musulmanes al este del río Neretva. Sin embargo, ha cobrado más relevancia después de la guerra: nueve años luego de la finalización del conflicto, el 23 de julio de 2004, se reinauguró. Alrededor del mismo siguen todavía muy latentes las marcas de la guerra: edificios destruidos, marcas de balas y agujeros. Contemplarlo de noche es un lujo, porque está muy bien iluminado y adquiere un encanto especial.
MEZQUITAS KARADJOZ-BEY Y KOSKI MEHMED PASHA.
Son las dos mezquitas más importantes de Mostar. De la primera, la de Karadjoz-Bey, se dice que es la más agraciada de toda la región Herzegovina. Fue proyectada en 1557 por el arquitecto turco Sinan con una gran cúpula que despierta admiración y un minarete desde el que se disfruta de una estupenda vista de la ciudad. Sin embargo, esta mezquita no escapó a la hecatombe de los conflictos bélicos. Fue destruida en parte durante la Segunda Guerra Mundial y casi del todo en la Guerra de los Balcanes. No obstante, fue reconstruida y hoy el visitante puede encandilarse
ante todo, su esplendor. La segunda mezquita más grande y destacada es la de Koski Mehmed Pasha, no tan antigua como la anterior y algo más pequeña. Se localiza en el casco antiguo, cerca del Puente Viejo, en un punto estratégico que hace que las vistas del casco viejo desde su minarete sean absolutamente impresionantes. Se terminó de construir en 1618 y, como la mezquita Karadjoz-Bey, también fue destruida por la guerra y tuvo que ser restaurada. A su vez, en la zona se encuentra la Dzamija Karadozbegova, una modesta mezquita otomana erigida en 1557.
MERCADO DE TEPA.
Es un mercado muy concurrido desde la época otomana, donde los agricultores y reasentados llevan sus magníficos y cuidados productos de las huertas próximas a Mostar. Entre sus ofertas, gozan de alta estima los productos frescos cultivados en Herzegovina y, en temporada, los higos y las granadas son muy populares. Y sin duda, la miel local es una especialidad primordial.
EL GRAN BAZAR KUJUNDZILUK.
Lleva el nombre de los orfebres que trabajaban el oro y vendían sus creaciones en la calle. El viejo bazar de Mostar es un hervidero de viajeros y mercaderes, artesanos, mercachifles y charlatanes, buhoneros y ladronzuelos; la sangre de este pueblo fluye por venas empedradas, tiendas abigarradas, tiene aroma de lejanas especias, tacto de Cachemira y Persia, sabor a café y miel, y a la hora señalada los musicales suras del Corán envuelven al paseante y lo transportan a otro lugar, muy lejano y diferente a todo lo conocido…
ATRACTIVOS CULTURALES Y NATURALES.
De las atracciones de Mostar, sobresale la competición de salto tradicional desde el Puente Viejo. La altura es enorme, 24 metros, y los valientes saltadores realizan bravuras lanzándose sobre un río Neretva rápido y frío. La tradición de saltar es tan antigua como el propio puente. La primera
competencia se llevó a cabo en 1664, y desde entonces, los maestros del salto compiten en dos categorías: salto “de cabeza” y “de pie”. Además, es imperdible acercarse al parque natural Hutovo Blato, el sitio arqueológico Desilo y la cueva Vjetrenica, la más grande y significativa de Bosnia y Herzegovina. En el aspecto cultural, es recomendable una visita al Centro Cultural Mostar, el Centro Musical Pavarotti, el Museo del Puente Viejo, el Museo de Historia de Herzegovina –emplazado en la antigua casa de Džemal Bijedi, el ex jefe del gobierno yugoslavo que murió en circunstancias misteriosas en 1978– y el Teatro de Marionetas. Otra belleza digna de deslumbrar al viajero es la Casa Muslibegovic, construida hace 300 años y uno de los más preciosos tesoros arquitectónicos otomanos de la ciudad. En su interior existían dependencias reservadas a las mujeres y otras utilizadas únicamente por los hombres.
BLAGAJ.
Una de las excursiones casi obligadas cuando uno viaja a Mostar es el precioso pueblo de Blagaj, a tan solo 12 kilómetros al sur. Se levanta sobre el emplazamiento de la ciudad romana de Bona y el paisaje que la rodea es realmente espectacular. En este entorno, el río Buna emerge de una corriente subterránea abriéndose paso a través de la piedra caliza, surgiendo de una cueva. Una de las cosas que caracterizan a Blagaj y sus alrededores es que la temperatura de la zona es siempre agradable y suave, incluso en pleno invierno (de hecho, Blagaj en bosnio significa suave).
SABORES. La cocina en Mostar es una fusión de cocina turca y mediterránea. Lo más común son preparaciones a base de carnes, fundamentalmente kebabs, pinchos y albóndigas, todas con mucha crema espesa. El visitante tiene que dejarse tentar por el popular burek, un pastel de masa filo relleno de carne o queso, o por el cevapi, albóndigas de carne molida asadas a la parrilla servidas con pan pita, cebolla y una crema de yogur. Y endulzar su paladar con baklava, un pastel elaborado con pasta de nueces en una masa filo cubierta de almíbar o jarabe de miel. Luego, debe probar la rakija, un destilado a base de frutas de alta graduación alcohólica. Todas son especialidades típicas de los Balcanes y cuentan con una versión propia en cada país.