La violencia como método sistemático de expresión parece haberse instalado en el mundo. El Medio Oriente ya es parte del paisaje cotidiano. París, Latinoamérica, Africa, Chechenia… y la lista parece no terminar. La intolerancia, el fundamentalismo religioso y la pérdida de las garantías individuales se presentan con crudeza a diario dentro y fuera de los Estados Unidos.
El 30 de enero del 2003 el Juez de los Estados Unidos William Young condenó a prisión de por vida al terrorista Richard Reid quien había sido detenido con suficientes explosivos dentro de sus zapatos para volar la aeronave que estaba a punto de abordar. Inmediatamente leída la sentencia, el Juez Young, apartándose de las formalidades, y dirigiéndose al condenado Reid pronunció un breve discurso que quiero compartir con nuestros lectores:
“Esta es la sentencia que dictan nuestras leyes. Es justa y razonable. Déjeme explicar esto: no le tenemos miedo a usted o a cualquier conspirador terrorista. Aquí se habló de guerra, pero le digo, con respeto, que en esta Corte tratamos a las personas como personas y nos interesamos por las personas porque, como seres humanos, nos interesa la justicia. Usted no es un combatiente enemigo. Usted es un terrorista, no un soldado en una guerra. Llamarlo “soldado” es darle una estatura que usted no tiene. Usted es terrorista y nosotros no negociamos con terroristas. No tratamos con terroristas, sino que los perseguimos uno por uno y los traemos a la justicia. Hablar de guerra está fuera de lugar en esta Corte. Usted es un joven robusto, pero no es un guerrero. Usted es un criminal culpable de múltiples intentos de asesinato. Lo que su hábil defensor indagó y lo que yo trato honestamente de saber es por qué usted hizo algo tan horrendo. Escuché respetuosamente lo que tuvo que decir. Le pido que busque en su corazón y se pregunte qué clase de insondable odio lo condujo a usted a hacer lo que hizo. Tengo una respuesta para usted que puede no satisfacerle: Me parece que usted odia una cosa preciosa. Usted odia nuestra libertad, nuestra libertad individual, nuestra libertad para vivir como elegimos. En esta sociedad, los vientos llevan la libertad a todas partes. Porque priorizamos tanto la libertad individual es que usted está aquí en esta Corte. Para que todos puedan ver que la justicia es administrada justamente y de acuerdo con la ley. Porque existe esa libertad, sus abogados pudieron esforzarse en su defensa, y teniendo apelaciones que presentar continuarán en su defensa. Porque todos sabemos que la forma en que lo tratamos es la medida de nuestras propias libertades. Pero no se equivoque. En verdad, soportaremos cualquier carga y pagaremos cualquier precio para preservar nuestra libertad. Observe bien a esta Corte. El mundo no va a recordar lo que usted o yo digamos. Mañana será olvidado. Pero la libertad y este sistema perdurarán. En esta Corte y en todas las cortes del país, la gente se reunirá para ver que la justicia, la justicia y no la guerra, está siendo realizada. El gobierno tendrá que acudir a los tribunales y presentar evidencias sobre qué casos pueden ser juzgados, y los jurados y ciudadanos se reunirán para juzgar la evidencia democráticamente, para moldear y dar forma a nuestro sentido de justicia. ¿Ve esa bandera, señor Reid? Es la bandera de nuestro país. Esa bandera continuará fla- meando después que todo esto sea olvidado. Esta bandera representa la libertad. Sepa usted que siempre será así”.
Gracias Juez Young. Una bocanada de aire fresco. Las voces de la libertad sólo pueden ser escuchadas bajo el imperio de la Justicia. Una lección que el mundo parece no terminar de aprender.